Espárrago solitario

El espárrago triguero quedó abandonado a su suerte, tras secuestrar y matar a su capa de bacon, sucumbió a la melancolía de la soledad.

Y estar solo es genial, sin melancolía. Ayer, sin ir más lejos apagué el móvil que no lo abandoné a la suerte de ninguna planta laboral abandonada del quinto coño y paseé con todo detalle. Porque se puede pasear sin detalle, rápidamente, con la meta de un lugar, pero no fue así. Yo paseé sin rumbo, dejándome llevar por la lluvia y por mis botas verdes (las negras desgraciadamente de la misma horma han desaparecido en el trasiego de cualquiera de mis mudanzas, y eran mis preferidas). Y me sentía realmente BIEN. Tras horas de caminata terminé consumiendo con la visa, en la FNAC, mirando y deseando, porque los libros se tocan y se admiran y se huelen y los disfrutas sólo con tocarlos, el resto, si se ha elegido bien se hace más placentero aún. Y ayer tuve esa suerte. Tras comprar tres regalitos atemporales que son los mejores, los regalos de PORQUE SÍ, sin cumpleaños ni fechas señaladas, pasé a buscar una joyita llevadera, liviana y amable y la encontré... se trata de Emma (no de Jane Austen que me gustó en su momento y que incluso mi Juana me ha llevado a leer otro que no está nada mal sobre un club de lectura de esta gran autora, por no mencionar las encantadoras “Sentido y Sensibilidad” y “Orgullo y Prejuicio”, adaptaciones cinematográficas que han sacado mi vena más romanticona y en las que me he empapado de deseo reprimido por ellas y sofocado por mí), un cómic manga de Kaoru Mori con el trasfondo del amor imposible entre una criada con gafas y un joven heredero en el Londres de la época victoriana. Precioso. Mi soledad me llevó a buscar un sofá cómodo y con almohadones de plumas, lo encontré en la casa de mi hermana, y como necesitaba regodearme de mi estado Austen volví a ver “Antes del anochecer”, sí tenía que pasar del siglo XIX al mío y lo hice de un salto, salté y no me caí. Es una película que me ha hecho llorar infinitamente, la primera parte la vi hace 11 años cuando tenía la edad de los protagonistas y me enamoré como ellos, la segunda hace un par con ese mismo enamorado de entonces pero sin amor, sólo con el sentimiento de sentirme identificada con Julie Delpi, con Celine y su vals a Jesse, mi vals del Che ahora, con su forma de entender el amor, con el no conformismo monótono, con el no adaptarte, con el saber que siempre tengo la desazón de querer sentir algo mínimamente como aquello, y, tras deambular felizmente durante años, encontrando sin buscar imitaciones, me siento como ellos de nuevo, con otro Ethan Hawke, con mi Ethan lindo que supera a la primera parte como no podía imaginar. No soy Uma, ni Julie, pero me abrazo al almohadón de plumas y sigo soñando.

El espárrago triguero dejó la melancolía para envolverse en el manto de su soledad con una sonrisa que le arropó.

Una pena, desilusión y adiós por mucho tiempo, buen viaje little.