Mao San Bernardo

La caída fue en picado, el sudor frío empapó mi camiseta china con cara de Mao, cuando desperté intenté arrastrarme hacia mi San Bernardo salvador, abrió su barril y me untó de dulce de leche reparador. Mao sacó la lengua, también quería su ración uruguaya Light, se lo impedí, lo mío era cuestión vital, lo suyo pura gula asiática. Tras un forjeceo agotador, con golpes que desestabilizaron mi quebrada fortaleza, logré arrancar a Mao el barril y sacarlo de mi camiseta. El San bernardo le propició un golpe seco con sus patas delanteras, Mao huyó hacia la lavadora con la palabra PAVOR tatuada en sus mejillas.

Macus, el nuevo inquilino blanquito como la cabra de Heidi, lo grabó todo. Tengo pruebas.

Lars Von Trier es el jefe de todo esto aunque no tenga gracia.

Mao está desterrado.

Y yo he recurerado mi superpoder.