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10 cosas de una vida incompleta

¿Os habéis sentido alguna vez como que no tenéis nada completo? Que las cosas están a medias y no sabes cómo hacer para cerrarlas y terminarlas. Quizás es que no se pueda. Pero la sensación es de vacío. Hoy me siento así. Son las dos de la mañana y tres minutos y para paliar este nudo existencial y que me vuelva el sueño voy a hacer una lista chorra sobre cosas que hacen que sientas que tu vida sea incompleta. Ya sabéis, se trata de ese tipo de listado que tanto se llevan y que los medios de comunicación tanto utilizan para conseguir más visitas, objetivo que no es el mío. Si tenéis alguna que añadir,  bienvenida será: 1- No tener una casa propia. 2- No haber escrito nada bueno. 3- No tener un trabajo que te guste. 4- No sentir una vocación por nada en concreto. 5- Ir de puntillas sin hacer ruido. 6- No quejarte lo suficiente. 7- No decir lo que piensas (ésta va muy relacionada con la 6).. 8- No gritar cuando lo necesitas (ahora mismo). 9- No cumplir tus sueños, ni inte

Vacaciones de Navidad


Quiero que la prueba esa salga mal, así podré quedarme un día más aquí.

La noche de mi cumple soñé que un Papá Noel muy malo intentaba llevarme con él, era tan de verdad que grité como una loca. Mi sudor llegó a la almohada, ¡qué mojado estaba todo!, un chillido mío me despertó de un susto. En una cama, que no era la mía, los hombres de blanco me miraban con ojos buenos, eran muchos y no conocía a ninguno. Willy, mi perro con camiseta de rayas rojas y peto vaquero, me daba muchos mimos y me escuchaba. Mi mamá entró en mi nueva habitación llorando. Me dio tanta pena que le pregunté con muchos nervios si le pasaba algo. Me dijo que no, aunque no la creí y mis ojitos se llenaron de lágrimas por ella.

¡Qué sitio tan chulo! Si me lo comía todo, aunque estaba ‘puaj-puaj’ me dejarían salir. Abrí la boca y no la cerré hasta el último bocado. Había una habitación llena de juegos, tropecientas veces más grande que toda mi casa. ¡Qué flipe! Ya no estaban sólo los hombres de blanco, había muchos niños, más o menos de mi altura, todos con pijama, ninguno era como el mío, mi preferido, el de Tarta de Fresa. Mi perro Willy y yo, pasito a pasito, nos acercamos a una mesa llena de pinturas de colores, un niño nos preguntó que qué nos pasaba a nosotros, le dije que nada y nos hicimos muy mejores amigos. Él llevaba allí dos meses y me dijo que tenía cáncer. ¿Qué sería eso?

De noche todo estaba negro. Había un botón rojo que brillaba mucho y me daba mucho susto. Me dijeron, las chicas guapas de blanco, que si quería cualquier cosa tenía que tocarlo. Me habían puesto hacía un rato largo una cosa parecida a un perchero que llegaba con un hilo gordo hasta mi brazo. No podía moverme sola, con el otro brazo abrazaba a Willy. Tenía muchas ganas de hacer pipí, me aguanté durante horas, me daba miedo estar sola y mucha vergüenza molestar a esas señoras tan simpáticas. La oscuridad hacía que me tapara hasta arriba, pero mi brazo izquierdo se quedaba fuera de la sábana que me protegía de todo lo malo. Sueños muy feos y ganas de ir al baño sin tocar nunca jamás el botón rojo.

Los días tenían un sol redondo que llegaba hasta mi cama, casi siempre venía mi hermana y me contaba cosas de los mayores, siempre me gustaban porque ella iba ya al colegio. ¡Qué suerte! Después cenaba con mis amigos de pijama, y jugábamos a Mazinger Z, yo siempre era Afrodita. Un día, mi muy mejor amigo, el de las pinturas de colores, David, me dijo que dentro de dos llegaría Papá Noel y nos dejaría montones de regalos en el árbol enorme lleno de luces de la entrada. Willy y yo nos pusimos tan contentos que esa noche no tuvimos miedo de estar solos.

Mi madre no parecía ella desde que llegué aquí, estaba siempre con una cara muy muy rara. Ese día volvía a parecerse a la chica que tanto me gustaba de la tele, la morena con flequillo de los Ángeles de Charlie, se lo dije, ella estaba más contenta, y me dijo, que yo era su ángel mientras nos abrazaba a Willy y a mí. Si todo salía bien, al día siguiente estaría de nuevo en casa. Sólo me iban a hacer una prueba, y todo volvería a ser como antes. No la entendí bien, pero como estaba feliz yo le di un beso de canguro. El que más le gustaba a ella.

Ya me la han hecho. Sangre por varios tubitos de colores, pis por otro, y a esperar... espero que me dejen quedarme otro día más. Willy y yo lo queremos con todas nuestras fuerzas. Somos dos pidiendo el deseo. Si cerramos fuerte fuerte los ojos seguro que se cumple.

No lo entiendo. Noto a mi mamá y a hermana tristes otra vez. Me dicen que tengo que quedarme un poquito más en este sitio tan divertido. Yo sonrío sin que se me note mucho. Al otro día, el Papá Noel bueno, no como el de la otra noche, va a venir con regalos para mí, y para todos los niños que estamos aquí porque es Navidad. ¡Qué ilu!


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