Desde mi más tierna infancia, no sé en qué momento lo
aprendí, yo sabía que era sagitario y era una aventurera, que mi muy mejor amiga
era acuario y era una líder nata, que mi madre era piscis y una soñadora empedernida
que siempre veía el lado negativo de las cosas y que mi padre era virgo y un
ser autoritario que imponía su santa voluntad por encima de quien fuese. Lo más
cierto era que no se soportaban, nos hacían la vida imposible y no entendía por
qué seguían juntos. Los signos del
zodiaco vivían conmigo sin haberlos buscado.
A los 12 años cayó en manos de mi muy mejor amiga y mías el libro de los libros, el
sanctasantórum de nuestras vidas pre adolescentes: “Los signos del zodiaco y el
amor” de Linda Goodman. Ahí descubrí el sentido de muchas cosas de mi vida, la
cita que definía la relación entre un hombre virgo y una mujer piscis, que en
esa época era lo único que intentaba entender
era:
—Peter —preguntó ella, tratando
de hablar enérgicamente—, ¿cuáles son exactamente tus sentimientos respecto a
mí?
—Los de un hijo fiel. Wendy.
—Es lo que pensaba —dijo ella, y fue a
sentarse sola en el rincón opuesto de la habitación.
La clave de mis padres la tenían los signos del zodiaco y me
tranquilizó. Por esos tiempos también empecé a ver un señor que se llamaba
Rappel y que tenía el pelo muy
largo, vestía con túnicas y tenía unas gafas con patillas estrambóticas, Era
divertido y decía predicciones sobre famosos, era como si el horóscopo solo
fuese para gente de la jet set y los humanos de a pie tuviésemos que
conformarnos con leer libros de astrología. Sus videncias eran muy graciosas, el
único que se lo tomaba en serio era él. Hace unos años me lo encontré paseando
por Sevilla sin su halo de divo que recordaba me pareció un señor como
cualquier tendero del barrio.
Mis primeros amores fueron un aries y un escorpio, pero
según el libro de Linda estos serían de mera transición y se acabarían antes de
que me licenciara. Entonces apareció un súper géminis (éste fue de los que
marcan tu vida) y, de nuevo Linda, lo tenía muy claro:
—… y no era uno, sino que eran
cuatro!
Y así pasaron los años, entre idas y venidas amorosas,
laborales y viajeras. Un día descubrí a
la que es una gurú de la amabilidad y la simpatía:
Esperanza Gracia.
Ella es maravillosa. Te cae bien aunque te esté diciendo: “Sagitario, ten
cuidado que estás siendo muy creída y la gente te empieza a odiar”. Sus
predicciones pueden ser más o menos acertadas, eso da igual, son suyas y me las
creo. Además se ha adaptado muy bien a la era digital y está presente hasta en la más novedosa de las plataformas sociales. Eso es transformación y lo demás son tonterías Esperanza.
Ahora, me he dado cuenta de que mi vida necesita otras
cosas. Antes me leía 10 periódicos al día, quería estar informada de todo,
saber de todo lo más cool y lo más novedoso de mi ciudad, una
FOMO en toda regla. No
perderme ningún evento y sobre todo, no reconocer jamás que soy una fan de los signos del zodiaco, el
horóscopo y demás pseudo ciencia astrológica. Soy más superficial de lo que
todos creían.
En fin, me divierto muchísimo leyendo las disparatadas
bobadas de
Horóscopo negro, sobre todo en Facebook y twitter, me hacen
sonreír solo con imaginarme cuál va a ser su siguiente ocurrencia de los astros. También me acabo
de enganchar a
La bola de Úrsula, que
parece que se dirige directamente a mí ya que su claim es: ”Ya no te
avergonzará decir que lees el horóscopo”. Además junta
moda y signos zodiacales. Una
combinación perfecta para saber qué me voy a poner.
Una cosa muy importante que no puedo dejar de escribir y sé
que os interesará: mi pareja es Leo, ya me lo predijo Linda Goodman cuando leí
su libro a los 12 años:
“Entre sagitario y leo hay una
empatía natural y una armonía fácil de alcanzar… logran una euforia
refrescante”.
Tenemos un pequeño aries de tres años. Así que en casa somos
tres signos de fuego que se divierten un montón, con las chispas necesarias
para darle emoción al día a día.
Para que luego me digáis que no creéis en los horóscopos.
Feliz viaje astral y vital.
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