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10 cosas de una vida incompleta

¿Os habéis sentido alguna vez como que no tenéis nada completo? Que las cosas están a medias y no sabes cómo hacer para cerrarlas y terminarlas. Quizás es que no se pueda. Pero la sensación es de vacío. Hoy me siento así. Son las dos de la mañana y tres minutos y para paliar este nudo existencial y que me vuelva el sueño voy a hacer una lista chorra sobre cosas que hacen que sientas que tu vida sea incompleta. Ya sabéis, se trata de ese tipo de listado que tanto se llevan y que los medios de comunicación tanto utilizan para conseguir más visitas, objetivo que no es el mío. Si tenéis alguna que añadir,  bienvenida será: 1- No tener una casa propia. 2- No haber escrito nada bueno. 3- No tener un trabajo que te guste. 4- No sentir una vocación por nada en concreto. 5- Ir de puntillas sin hacer ruido. 6- No quejarte lo suficiente. 7- No decir lo que piensas (ésta va muy relacionada con la 6).. 8- No gritar cuando lo necesitas (ahora mismo). 9- No cumplir tus sueños, ni inte

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Ana se levantó y descubrió que había un tío en su cama, no se acordaba de nada de lo ocurrido después de las cinco de la mañana. Intentó hacer memoria. Imposible, la cabeza le estallaba. Corrió hacia el baño, vomitó. Al levantarse de la taza del váter y mirarse, sin querer, en el espejo, vio que sí aparentaba sus 37 años. La edad que de pequeña ponía siempre a su muerte. El reflejo le devolvió algo nuevo, una cana. Era más gruesa que el resto de su cabello, destacaba como Obama en la Casa Blanca.


Se lavó la cara y volvió a su habitación. Él estaba despierto y desnudo encima de las sábanas de Ikea. Se acercó. No le reconoció. Le besó y acarició. Era muy joven. Él posó las manos en sus senos con poca gracia y a trompicones. Intentó excitar a Ana. Ella ya no estaba borracha y le rechazó. Miró sus facciones postadolescentes y le invitó a tomar un café de su Nespresso. Ella pensó en George Clonney.


Ana quiso saber algo más de él mientras calentaba la leche. Era un estudiante de 5º de Arquitectura. Vivía con sus padres. Hacía más de seis meses que no hacía el amor con nadie. Ana se rió. No quiso preguntarle su nombre. Él le pidió galletas María para mojar en el café. Le recordaban a su infancia. Ana se las dio y, mientras le acariciaba el pelo, el levantó la cabeza, la miró y con una sonrisa, tras decirle que era muy guapa, le mencionó que tenía una cana. Ana dijo que ya lo sabía, y que le gustaba, que siempre había querido tener el pelo totalmente blanco como su abuela Manuela. Ni ella misma se creía lo que decía. El humor le cambió, aunque intentó disimular con su desconocido invitado.


Le instó dulcemente a que se marchara. Él hubiese preferido quedarse. Se vistió. Ella le acompañó a la puerta. No le dio su teléfono cuándo él se lo pidió. Al cerrar con suavidad Ana empezó a llorar. Se hizo un ovillo en el suelo. Las lágrimas se deslizaron hasta el pelo. Se sintió empapada de soledad.


Después de media hora de autocompasión se levantó. Cogió un vaso de agua su tomó su prozac diario y dos ibuprofenos. Eso le ayudaría. Era sábado. Le quedaba mucho fin de semana por delante. Se dio un baño caliente con sales. Se bebió un Bloody Mary mientras se ponía su mejor crema hidratante. Antes de secarse el pelo se arrancó la cana y sonrió a su reflejo.


Comentarios

Roberto ha dicho que…
Muy bueno, Krisol.
Cristina Crisol ha dicho que…
danke
María Alonso ha dicho que…
Mola mucho :) Es Japy total :)
malabares ha dicho que…
me gusta mucho, enhorabuena
saludos.-

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